Enflaqueciendo

La madrugada me agarra sola y... feliz no es la palabra ni a ganchos, pero digamos que estoy conforme, sin alteraciones. Lo que me da un poco de miedo es el por qué de esta tranquilidad. Hace unos días mi tío me invitó para que el día de ayer fuese a la casa de mi abuela a comer unas pizzas caseras. Obviamente yo acepté, contenta de esta nueva iniciativa de reestablecer vínculos con una persona que yo quise y quiero tanto. Además tendría la oportunidad de ver a mi abuela y tener alguna charla con mi - mecuestadecirlomecuestamecuesta- tía. Siguiendo con la 'dieta' o lo que mierda sea que estoy haciendo, me mostré reacia ante la idea de comer pizza como si no hubiese un mañana (además no soy muy fanática de la pizza que digamos...), pero ignoré esos pensamientos y me dediqué a comer y a repetir porciones sólo por el placer de halagar y pasar una linda noche en familia. A la pizza le siguió el helado, al helado los licores y a los licores unas trufas que mi ...tía hizo especialmente para mí. No comí las trufas porque iba a estallar, pero las traje y están guardadas en la heladera. Dudo tocarlas pronto.
¿A qué carajo vendrá todo esto, no? Estaba algo preocupada por los estragos que causaría en mi metro cincuenta y cinco tanta cantidad de porquerías ingeridas, pero hace un ratito me levanté de la silla, fui hasta el espejo y divisé una clavícula. ¡MI CLAVÍCULA! Pense que ya se había desintegrado y que por eso no se asomaba ni de casualidad, pero está, renació y SE VE. ¡Tantos días de vivir a base de agua, frutas, verduras, mate y cigarrillo sirvieron!


La cosa es muy simpe: yo sólo busco clavícula y huesitos de la cadera. Estos últimos son todo un tema que solucionaré en otro momento, pero reapareció uno de mis huesos preferidos y... por dios, lo escribo y me siento o una imbécil o un aborto de anoréxica.